
978-607-490-312-6
Para Flaubert, crear una novela era, en esencia, propiciar la lenta inmersión dentro de un mundo absoluto. Quizá en la creación de Neblina morada el dictamen canónico del padre de Bovary no se cumpla del todo. Esta posibilidad de ningún modo es una pérdida, es más bien un logro. El lector, libro en mano, se ve abducido y transportado a un impostergable mundo de revelaciones. La llegada a este nuevo “teatro de Serafín” es más un choque, o aterrizaje forzoso, que un ingrávido alunizaje. Leer el primer párrafo de la novela equivale a despertar en un planeta espejo del nuestro, donde la reflexión de la luz implica una variación sobre los temas conocidos por el hombre. Violentas mutaciones, o permutaciones, que no están exentas de un hado fascinante. A cada instante un reto de misterio en lo narrado nos guía o seduce, para seguir explorando esta selva de palabras llena de peripecias. ¿Selva? Perdón, debí decir neblina.
CARLOS GASCA